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«Tesis», por Arantxa Rochet

La anteroide mira a su instructora de tesis y desea no verle la cara, esa especie de masa viscosa que tiene sobre los esternucopios. Porque sabe, en ese despacho que podría ser cualquier otra cosa si se tiene en cuenta que ninguna de las dos conoce el término «despacho», que está a punto de perder su beca de estudios de Creación de Vida en Universos de Simulación. La anteroide baja la mirada y desea ser capaz de salir corriendo, pero no puede, de modo que se conforma con acercarse a una silla flotante, apoyar el protuberol encima de ella y esperar en silencio a que la instructora mayor le diga que hasta aquí. Que se acabaron los experimentos. Porque una cosa es tener que reiniciar la esfera cinco veces en el último ciclo y otra que vayan a ser los propios seres que has creado los que acaben con ella.

—No voy a negar que sus creaciones son interesantes, Kali —sostiene su instructora de tesis, mientras enlaza los esternucopios encima de la mesa—. Pero tienen un error de base. Ya se lo advertimos en la última evaluación. ¿No le parece que eso de que para sobrevivir tengan que alimentarse los unos de los otros es una solución más bien poco ortodoxa y un tanto cruel?

Kali se hunde más en su silla porque aquella idea que le pareció tan buena al principio ahora se le antoja absurda. Pero la cantidad de oxígeno, carbono y demás elementos químicos de los proyectos era limitada y así podía reutilizarlos. De hecho, si no hubiera sido de esa forma, hace tiempo que se habría quedado sin elementos suficientes para recrear el experimento tras cada borrado. La Esfera X456 llevaba cinco reinicios. La anteroide mira hacia las paredes fluctuantes de la estancia mientras la instructora mayor continúa su perorata.

—Y qué decir de esa hormona, la testosterona, en algunos de ellos… ¿No le parece que da lugar a situaciones de violencia innecesaria? —continúa, mientras ojea los hologramas de la esfera que se expanden sobre una de las paredes, con los óculos caídos debido a los movimientos volátiles de sus viscosidades.

La anteroide piensa entonces en lo divertido que le pareció al principio ver a todos los seres macho volverse locos y realizar danzas absurdas para conseguir el favor de las hembras. Pero decide en ese momento, cuando la masa viscosa que es la cara de su instructora se tuerce en una mueca que no sabe interpretar, que quizá no lo era tanto.

—Puedo cambiar eso, si quiere.

La instructora no toca de momento el tema de los seres de carbono tipo 1 que están propagándose por toda la Esfera X456 como un parásito, así que Kali se anima a añadir, mientras alza los esternucopios con timidez:

—O puedo forzar otro reinicio.

—No. No más intervenciones. Ya le hemos dado demasiadas oportunidades. Deje que los seres de carbono sigan su curso. Añada los resultados al estudio. Eso sí, si no consigue presentar ante el comité evaluador unos especímenes viables y con proyección de futuro antes de que acabe este ciclo, no podrá sacarse el título cuaternario. Tal vez sería mejor que la reubicáramos en otro proyecto…

—Pero…

—Hemos terminado por hoy.

Y sí, han terminado, porque cuando Kali se levanta y cruza la puerta de salida del coloide ya espera allí, dispuesta a entrar, esa maldita empollona con la que comparte galaxia en el Laboratorio de Universos de Simulación. No está sola: viene, cómo no, rodeada por todos sus amiguitos. Kali aún se pregunta —mientras intenta pasar desapercibida, los esternucopios enrollados encima de la cabeza— cómo ha conseguido esa imbecona que los seres de su esfera hayan conquistado otras cinco en los últimos tres ciclos. Los suyos solo han llegado al satélite y no parece que vayan a ir mucho más lejos, máxime si se tiene en cuenta su afán de autodestrucción.

—Eh, Kali, dentro de poco mis especímenes estarán abordando tu esfera y acabarán con esa piltrafa de seres de carbono que has creado —se burla la imbecona—. ¿Cómo es eso de que para sobrevivir se tienen que comer los unos a los otros?

Todo el grupito que la rodea vibra en carcajadas.

Por supuesto, una invasión entre proyectos no estaría permitida, pero Kali prefiere no discutir, la ignora a ella y a sus amigos y se aleja por el pasillo rodando sobre sus pendentencias lo más rápido que puede. Y mientras se dirige al comedor, enlazándose los esternucopios por detrás del cuerpo, piensa en que las otras cinco veces que llegó a un punto muerto fue ella, al menos, la que provocó la eliminación de los seres con el fin de dejar de nuevo la esfera casi en blanco y empezar de cero. En la primera ocasión fue un pequeño fragmento de roca que, al dejarlo caer sobre el planeta, provocó una perturbación suficiente para eliminar casi al cien por cien los organismos existentes, entre ellos unos que le habían quedado bastante bonitos, con sus cuellos largos y sus pieles verdes, pero que no parecía que fueran a desarrollar conciencia; otra alteró los parámetros atmosféricos para que los gases inflamaran el interior y eso provocara una reacción en cadena. Pero esta vez se había lucido: ¿dónde, en qué lugar de todo el Osmóresis, se había visto un estudio en el que seres dotados de conciencia se autodestruyeran?

Una vez en el comedor, no consigue ingerir ningún alimento. Sentada en la silla flotante, se pone a pensar qué pasaría si el mezclum de proteínas que tiene ante sí hubiera estado vivo en algún momento, hubiese sido alguno de sus compañeros o la mascota de su madre. Le entra mal cuerpo, vomita a un lado sobre el suelo fluctuante y piensa, otra vez, que la imbecona es ella por crear absurdeces, atoratadas, por querer ahorrar en oxígeno y carbono. Lo barato sale caro, le decía su madre. Cuánta razón.

Una vez en el laboratorio, con el ánimo más bien bajo, se planta delante de las cristaleras por las que se puede observar el recipiente circular donde flota el Universo de Simulación. Su galaxia se encuentra en la parte media. Le ordena al mecanismo de visualización que se amplíe y en seguida se proyecta un holograma de su esfera delante del cristal. Es tan bonita… Azul y terrosa, con hilos de atmósfera blanquecina.

Recuerda el primer día del proyecto, cuando se hizo el sorteo de esferas. Le tocó una que no estaba nada mal situada: en el extremo de una galaxia en espiral, con una estrella de tamaño mediano y otras siete esferas en el mismo sistema. No podía haber más de dos alumnos por galaxia, y se elegían dos planetas lo suficientemente separados como para no generar conflictos. Ahí no tuvo tanta suerte: su compañera resultó ser la más imbecona de la clase.

Los problemas comenzaron rápido. Antes de que se diera cuenta, sus seres tipo 1 se habían vuelto locos: se dedicaron a pintar rayas imaginarias por las zonas terrosas y expulsaban a quien las cruzaba; los de un color esclavizaban a los de otro color; los machos sometían a las hembras; se mataban los unos a los otros en nombre de no sé qué supuestos seres que llamaban Dios o Alá o Yavhé y que les hablaban y les ordenaban cosas absurdas. La anteroide había investigado durante varias unidades de tiempo dónde podrían estar esos especímenes así denominados, hasta que se dio cuenta de que sus compañeros de Creación de Mitos e Inserción en las Cabezas de Seres en Universos de Decoración habían hecho de las suyas utilizando sus seres tipo 1 para sus propios experimentos. Una locura total. ¿Cómo se le había podido ir tanto de madre?

—Ampliar —dice la anteroide, mientras toca con la punta de sus esternucopios el holograma de la esfera. Empieza a distinguir las ciudades, los bosques, los océanos—. Ampliar más.

Observa entonces una mancha gris que no había visto antes. ¡Otro desastre! ¿Combustibles fósiles derramados en el mar? Más organismos extinguidos. ¡Por el Osmóresis!

—Grabación 5.467: Los especímenes vegetales han sido esquilmados en un 20 por ciento. Los gases de CO2 han aumentado un 10 por ciento en los últimos diez años (Tiempo Local de la Simulación). Los seres de carbono tipo 1 siguen su camino hacia el borrado de la esfera. Tiempo estimado para la extinción completa: sesenta años, tiempo local.

Sesenta años. Apenas veinte unidades de tiempo. ¿Es que aquellos imbeconos de seres tipo 1, a los que se les presuponía algo de conciencia, no se daban cuenta de lo que iban a hacer? Más le valía haber seguido la línea de los dinerasauros, que, aunque tenían el cerebro de una nuez, al menos eran bonitos, no como esos blandengues feúchos y pequeñajos que ahora dominaban su esfera.

Justo entonces aparece la imbecona de su compañera, quien le dedica una risita estúpida y se pone a su lado. Frente a ella, sobre la cristalera circular, se proyecta el holograma de una esfera naranja, enorme, y luego otras cinco, más pequeñas, en la parte inferior. Kali escucha cómo pone en marcha su grabación por voz.

—Los seres tipo A acaban de aplicar a cuatro de las cinco esferas que ahora dominan una técnica de conservación que las permitirá sobrevivir a la estrella de la cual captan energía. Buena conexión con los seres tipo B, C, D y E. Entienden el mecanismo de la vida y lo protegen.

Kali acerca sus viscosidades a su grabadora:

—Los seres tipo 1 de la Esfera X456 han conseguido tecnología avanzada como… eh… como la atómica. Hacen experimentos con sus propias ciudades y tienen grandes industrias como… como… eh… la armamentística…

Su compañera eleva la voz:

—Los seres tipo A han conseguido aplicar sus técnicas de conservación de la vida en otras cinco esferas, de manera autónoma…

—Los seres tipo 1… eh… tienen gran espiritualidad… Creen que son la medida de todas las cosas…

—Los seres tipo A han conseguido crear una nueva especie de seres, los 0, a partir de los elementos químicos de los que disponen. Este tipo de especímenes ha mejorado la vida de todos los seres de la esfera, incluida la suya propia.

—Los tipo 1 han dividido el territorio en muchas partes y cada uno de ellos se identifica con un trapo de colores que…

La otra anteroide mira a Kali y vibra en carcajadas. Apaga su grabadora y el holograma desaparece, quedando solo sobre el cristal la esfera azul de Kali, quien también apaga la grabadora, aunque se queda observando su proyecto mientras su compañera abandona el laboratorio.

«Una técnica de conservación», piensa Kali mientras le parece entrever cómo estallan unos objetos de destrucción lanzados en una de las zonas terrosas de su esfera. Es lo que necesita.

La creación de vida en universos de simulación tal vez no sea lo suyo, pero desde luego es una crack pirateando sistemas ajenos, piensa mientras se acerca a la sección de laboratorio donde su compañera ha estado unos momentos antes, observa el cristal y reconoce las huellas de sus esternucopios.

Y mientras se plantea cómo conseguir polvo magnético, un pincel, unos guantes, una luz negra y una cámara, un reproductor de huellas y un molde, se apoya en la cristalera y borra todo lo que pensaba copiar. Ya está lamentándose cuando se da cuenta de que la imbecona de su compañera, tan lista para otras cosas, se ha dejado puestas las claves de acceso, olvidadas seguramente debido al ataque de risa y a su suficiencia al escuchar sus propias grabaciones. Pues bien merecido se lo tiene, piensa Kali, mientras una sonrisa malévola se le dibuja en las viscosidades volátiles de la cara. Pulsa los márgenes necesarios en el cristal para proyectar la esfera naranja y acceder a los mandos de experimentación.

—¡Viaje interestelar a Esfera X456!

Uno de los especímenes de su compañera, obedeciendo un impulso que cree propio, se prepara para partir en una nave espacial al desconocido planeta, a una distancia de 694 895 721 años luz del suyo, según el tiempo vital establecido en los Universos de Simulación.

A Kali le cuesta unos momentos darse cuenta de que ha condenado al pobre espécimen a morir en la nave mucho antes de que logre llegar. La imagen de su instructora de tesis se le aparece en la cabeza, sentada en su coloide y repitiendo sin parar: «Un error de base, Kali. Un error de base». La anteroide entiende ahora la maldad de las instituciones, que lo hacen a propósito para que a nadie se le ocurra mezclar especímenes entre proyectos. Así no hay manera de sacarse una tesis en condiciones.

Sin embargo, solo tarda otro momento en acordarse de otra asignatura que tuvo en sus estudios terciarios y que, aunque está prohibido aplicarla en Universos de Simulación, para algo le va a servir después de todo. Teletransporte. Unos códigos, un retorno, abrir una puerta de traslación en la nave que gira en la órbita del planeta con el espécimen de su compañera dentro, otra puerta en Esfera X456 y ya estaría. Podría borrar los registros después… Matar al espécimen ajeno en cuanto trasladara sus conocimientos a los suyos.

La anteroide mira hacia atrás por si alguien entra en la sala, pero la puerta está cerrada y no hay nadie más. Solo se perciben la fluctuación de las paredes, el olor a ácido sulfúrico y la luz blanca de las luces leded. Kali pulsa unos nuevos códigos en el panel acristalado y el espécimen de la imbecona de su compañera se traslada, de golpe, a una de las zonas terrosas de su esfera. Un lugar que sus seres denominan Espania, o Espanya, o Spina, o algo así. Da igual. Cualquier sitio es bueno.

Kali borra los registros, apaga los hologramas y cierra el laboratorio. Se va a descansar con la tranquilidad de que, a la unidad de tiempo siguiente, las cosas habrán cambiado en su esfera. Seguramente, cuando vuelva al panel de observación el espécimen de su compañera ya habrá trasladado sus conocimientos a sus seres de carbono y estos ya estarán listos para desarrollar la tecnología adecuada para revertir la extinción de organismos.

Esa noche se cuelga de la barra de recarga de energía de su receptáculo con otro humor. Deja que sus esternucopios queden suspendidos en el aire con libertad mientras la mascota de su madre le chupa las viscosidades de la cara. No tiene fuerzas para decirle que pare. Así que se duerme sintiendo el fétido olor de los lengüetazos, pero con una sonrisa elevada hacia los lados.

***

A la unidad de tiempo siguiente, Kali llega al laboratorio con otro espíritu. Se ha recargado bien esa noche, aunque, eso sí, se ha levantado con las viscosidades faciales algo pegajosas. No importa. Se pone los óculos, proyecta el holograma y pulsa en el panel el botón de reproducción para saber qué ha pasado desde que aterrizó el espécimen de su compañera en su esfera.

La grabación comienza a proyectarse en la cristalera del observatorio.

Primero, y según ve la anteroide en el holograma, llevaron al ser a lo que ellos llamaban «cárcel» al haber aparecido, por lo visto, subido a los hombros de un «guardia civil» sin previo aviso. Lo condenaron a cincuenta años por una cosa que denominaban «terrorismo». Pero unos seres que no estaban de acuerdo consiguieron que lo trasladaran, antes de cumplir su condena, a un lugar de estudio. Lo sometieron a todo tipo de experimentos hasta que murió y después le hicieron una autopsia «en aras de la ciencia». No sacaron ninguna conclusión. Los gobernantes ocultaron su origen, pero la información acabó por extenderse por toda la esfera, con diferentes versiones, eso sí, y se comenzó a difundir la idea de que el espécimen era un tal Jesucristo-Mahoma-Yavhé-Buda (no se ponían de acuerdo en el nombre) reencarnado, y que el Apocalipsis estaba cerca. Otros decían que provenía de una civilización superior y empezaron a hacer seminarios y reuniones sesudas sobre el tema; unos terceros aseguraban que era un tal Walt Disney que había sobrevivido a su proceso de criogenización. El caso es que se había armado tal lío que todos se habían olvidado del problema principal que los llevaba hacia la extinción.

Cuando acaba la grabación, la anteroide se araña los óculos y maldice a los seres fruto de su creación. ¿Es que no sabían hacer nada bien, aquellos imbeconos? Por su culpa iba a perder la beca y nunca lograría sacarse el título cuaternario. Es entonces cuando piensa que, si no son capaces de hacer nada a derechas, los exterminará. Si lo hace sin que su instructora de tesis se dé cuenta, aún tendrá tiempo de desarrollar otros nuevos y que le salgan bien.

Se dirige hacia la parte del laboratorio de elaboración de organismos vivos. Aún le quedan un poco de oxígeno, carbono, hidrógeno y nitrógeno, una pizca de calcio, otra de fósforo… Mezcla los elementos en el tubo de ensayo y dedica varias unidades de tiempo a crear algunos especímenes de apariencia similar a los ya implantados, aunque de un intelecto algo inferior a la media: no le queda mucho potasio. No come, no se recarga nada más que por momentos, no habla con sus compañeros, no se lava. Utiliza a escondidas sus conocimientos de Inserción de Mitos en Cabezas para introducir ideas de destrucción y odio.

Cuando por fin están listos, los inserta en su esfera, repartidos por las diferentes formaciones terrosas. Solo pasa una unidad de tiempo antes de que los seres empiecen a difundir sus doctrinas destructoras. Kali observa, mide, calcula, sin moverse del laboratorio nada más que para desaguar desechos y almacenar algunas proteínas. Y por fin ve que funciona. Los especímenes de carbono tipo 1 comienzan a votar en masa en un comportamiento social que llaman «elecciones» a los nuevos seres del odio, quienes, en cuanto llegan al poder, niegan la existencia del peligro de conservación de la esfera y aceleran las políticas de destrucción masiva.

Kali se frota los esternucopios pegajosos mientras pulsa el botón de grabación:

—El espécimen AAA ha logrado el control de la zona terrosa sudoeste. Destruye a gran velocidad una de las franjas verdes más grandes y con más diversidad que quedan en la esfera; el espécimen BBB gobierna la zona noroeste y ha aprobado la perforación de una zona helada del norte en busca de combustibles fósiles que utilizan para crear energía y contaminar; el espécimen CCC, gobernante de zona sudeste, obliga a todos sus seres a cortarse el pelo de una forma determinada; por su lado, el espécimen DDD, en la zona occidental, utiliza a otro ser llamado «caballo» como transporte y pasea un trapo de colores sin ningún fin específico…

La grabación se ve interrumpida por la imbecona de su compañera, que aparece con los esternucopios recién perfumados, el protuberol protuberante, las viscosidades faciales estáticas y ordenadas. Kali baja los óculos y se centra en su holograma, pero la imbecona se acerca hasta ella y cuando llega a su altura arruga la cara, por el olor tal vez, y le dice:

—Me falta el espécimen 675 463 468 396. Desapareció hace varias unidades, justo después de que dejara el laboratorio. No había nadie más que tú aquí… ¿Sabes algo?

¿Cómo podía llevar el recuento de esa manera? A ella se le perdían especímenes a cada momento. Y tampoco se preocupaba tanto de encontrarlos, la verdad. Qué hartazgo.

—¿Yo? ¿Qué voy a saber? Estoy demasiado ocupada con mi proyecto.

—Ya veo —dice la imbecona, mientras se asoma al holograma de Kali y alarga los óculos hacia sus experimentos. La anteroide le estampa entonces un esternucopio en las viscosidades, hasta que las dos caen rodando por el suelo del laboratorio en una mezcla de protuberoles, esternucopios, pendentencias y demás tegumentos y extremidades. Amoratadas, intentan despegarse, pero las pegosidades del cuerpo de Kali, que no se lava desde hace varias unidades de tiempo, lo impiden de tal forma que se quedan atoradas y no tienen más remedio que llamar a varios instructores con las alarmas de urgencia, a las que solo han podido llegar rodando la una sobre la otra.

Justo entonces, cuando los instructores las logran separar rociándolas con ácido sulfúrico, los seres de carbono de la Esfera X456 pierden definitivamente el control. Una vez arrojado el primer objeto destructor atómico de una zona terrosa a otra, los lanzamientos se multiplican, aniquilando cada vez más partes de la esfera y a los seres que habitan en ella. Con el holograma aumentado al máximo, las dos anteroides y los instructores observan cómo, de pronto, varios de los objetos atraviesan la puerta de teletransporte situada en Espania o Espnaya o Spiana, mal cerrada por los códigos piratas, más defectuosos de lo que a Kali le habría gustado.

Su compañera de galaxia se eleva, da un grito, pulsa otra vez todos los códigos de alarma del laboratorio mientras enciende el holograma de su proyecto. Los elementos destructores han reducido casi a cenizas a los seres de la esfera principal y han afectado también a los planetas interconectados. La esfera naranja se muestra agujereada por todas partes, como si alguien hubiera lanzado contra él una horda de meteoritos.

Aparece entonces la instructora de tesis con las viscosidades de su cara en un bamboleo continuo y los óculos caídos a los lados del cuerpo.

—¿Qué está pasando aquí?

Kali disimula, calla, se pliega sobre sí misma e intenta salir por la puerta, pero se queda pegada al picaporte. La instructora bufa sobre ella, observa los dos hologramas aumentados ante la cristalera y saca conclusiones.

—Ni que decir tiene que acaba de perder su beca —grita, mientras intenta consolar a la imbecona de su compañera dándole unas palmaditas en la cabeza con sus esternucopios—. Además, tendrá que pagar los desperfectos de las esferas. Y una compensación. Y avisaremos a su madre. Y…

Kali asiente a todo mientras intenta despegarse del picaporte. Piensa que ojalá la asignen al proyecto de Creación de Mitos. Tiene un par de ideas interesantes para insertar en las Cabezas de Seres Ya Creados. Mira por última vez, con más resignación que pena, la Esfera X456. Ahora es negra y estéril. Antes de que la instructora le dé al botón de «suprimir proyecto» en el panel de control, y mientras escucha de fondo su perorata, desvía la mirada hacia las también carbonizadas esferas de su compañera y se le dibuja una sonrisa en las viscosidades. Tal vez no hayan resultado ser tan inútiles, al fin y al cabo, sus malogrados seres de carbono.


© Arantxa Rochet | Relato inédito

Arantxa Rochet | España, 1979

Licenciada en Periodismo por la UCM y máster de Narrativa por la Escuela de Escritores de Madrid. Tiene publicado el libro de relatos de ciencia ficción Jaulas de aire (2017) y de terror fantástico Carne de arena (2024). Ha participado en las colecciones de relato II Premio Ripley (2018), XXX Premio Ana María Matute (2018) y Actos de F.E. (2019), así como en la antología poética Voces Nuevas (2024) y en el manual Escribir fantástico (2024).

Foto: Maite Calvo

Foto de encabezado: David Sjunnesson

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